Por Antonio Rojas
Fuente: Stockvault
La situación que actualmente vive el mundo por la Covid-19 es una tragedia desde cualquier ángulo o perspectiva. Lo más importante y doloroso es sin duda la pérdida de vidas, que ya ascienden a decenas de miles entre Europa, Asia y Norteamérica, aunque también los efectos económicos pueden ser apocalípticos si los gobiernos no actúan de manera contundente.
Desde las primeras semanas de la crisis, las principales potencias ya han anunciado medidas que implican el uso de cantidades astronómicas de dinero, y que no se habían visto desde la gran recesión mundial que le siguió al colapso del sistema financiero estadounidense en 2008. Los objetivos de estas medidas son básicamente tres: incrementar la liquidez, estabilizar los mercados financieros, e impedir que el consumo se desplome.
En Estados Unidos, por ejemplo, la Reserva Federal (Fed) redujo las tasas de interés de referencia a prácticamente cero por ciento, anunció convenios de intercambio de divisas con varios países (entre ellos México) y anunció un programa de compra de activos públicos y privados por un monto ilimitado de recursos, una medida que no se había visto con los anteriores programas de “relajación monetaria”[i]. En cuanto a las medidas fiscales, el Senado aprobó el pasado miércoles un paquete descomunalmente grande de estímulos económicos que incluye, entre otras cosas, entregar directamente dinero en efectivo a sus contribuyentes. El paquete en cuestión es de 2 billones de dólares, equivalentes a casi el 10% del PIB estadounidense, y equiparables al tamaño de la economía brasileña.
En Europa, el Banco Central Europeo (BCE) ha tomado medidas casi iguales a las de su análogo estadounidense, mientras que las medidas fiscales varían de un país a otro. En el caso de Alemania, por ejemplo, Angela Merkel anunció que su gobierno aprobó un paquete de ayudas por un monto de 750 mil millones de euros, cifra que es más o menos igual al tamaño de la economía turca, la décimo novena más grande del mundo. Dicho paquete, al igual que el aprobado por el Senado de EUA, contempla subvenciones directas a los trabajadores independientes de hasta 15,000 euros durante tres meses[ii]; mientras que el Reino Unido anunció préstamos a los negocios por un monto de 330 mil millones de libras esterlinas (el 15% de su PIB), pero no anunció transferencias directas[iii].
En México, las medidas tomadas por el banco central tienen algunas similitudes con las de la Fed y el BCE. Además del convenio de intercambio de divisas con la Reserva Federal por un monto de hasta 60 mil millones de dólares, el Banco de México redujo las tasas de interés de referencia de manera anticipada, volvió a subastar dólares y ha hecho más frecuentes las subastas de coberturas cambiarias, sin que el peso mexicano deje de depreciarse[1]. Medidas que anteriormente habían sido eficaces para mantener estable el tipo de cambio, entre otras variables, ahora parecen no serlo.
Algo que se aprende desde los primeros años de estudio de la economía, es que los gobiernos tienen básicamente dos herramientas para influir en la economía nacional en el corto plazo: la política monetaria (que, en el caso mexicano, está a cargo del Banco de México) y la política fiscal (a cargo de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, SHCP). Hoy por hoy, el Banco de México ya está utilizando todo el arsenal que ha utilizado en los anteriores momentos de crisis, pero la SHCP no ha anunciado aún grandes medidas.
No podemos ignorar el hecho de que la capacidad del gobierno mexicano no es la misma que la de los gobiernos de Estados Unidos, Europa o los países más desarrollados del este asiático. Por ejemplo, mientras que la recaudación tributaria en México es alrededor del 16% del PIB, en los países de la OCDE la recaudación promedio es más del doble (34%)[2], lo que significa que el peso del gobierno en la demanda agregada y en la provisión de servicios es mucho mayor, de modo que los países más desarrollados tienen un espacio fiscal que les permite afrontar crisis como la actual de manera más contundente. También es cierto que los países más desarrollados tienen costos de endeudamiento que son típicamente menores que los de países más atrasados, debido a que los inversionistas observan un mayor riesgo al invertir entre, por ejemplo, los CETES mexicanos que en los Bonos del Tesoro de Estados Unidos. Ese mayor riesgo les obliga a pedir rendimientos más altos, por lo que los gobiernos más pobres por lo regular pagan tasas de interés más altas que los de países más ricos cuando quieren contratar deuda internacional. Además, los principales bancos centrales[3] son los que marcan la pauta de las decisiones de política monetaria en todo el mundo y emiten las monedas más usadas en las transacciones internacionales, por lo que tienen un margen de maniobra mucho más amplio que el resto de los bancos centrales.
En ese contexto, los gobiernos de países menos desarrollados como los de América Latina o México tienen que ser muy creativos. Es necesario que las autoridades monetarias, pero sobre todo las fiscales, comiencen a pensar en medidas innovadoras y contundentes para afrontar la recesión que seguramente tendremos en los siguientes trimestres.
A pesar de que AMLO mantiene a personas sumamente capacitadas y serias en la SHCP, los quince meses que han transcurrido desde que asumió la presidencia nos han mostrado que las decisiones sobre la hacienda pública no están basadas en el talento de su personal y las necesidades reales de la economía nacional, sino más bien en el cumplimiento de las promesas que AMLO hizo durante su campaña. No más impuestos (al menos en los primeros tres años de gobierno), una inversión pública decadente y destinada a algunos proyectos específicos (muy cuestionados y cuestionables) y un compromiso de superávit y no endeudamiento siguen siendo las metas del gobierno para las finanzas públicas. La voluntad del Presidente es aquí el factor decisivo.
Por lo anterior, resulta urgente que AMLO entienda que el México de diciembre del 2018 es un país muy diferente al que es en marzo del 2020, y que no hay ninguna razón para que los planes y objetivos permanezcan iguales. Si la prioridad eran los cambios de largo plazo, ahora la prioridad debe ser resolver la coyuntura, cuya duración parece antojarse al menos hasta que termine el año. Lo importante ahora es el corto plazo, porque, como dijo un célebre economista, en el largo plazo todos estaremos muertos[4].
Por lo pronto, el objetivo de superávit y no endeudamiento debe abandonarse. También debería considerarse posponer aquellos megaproyectos de infraestructura que han sido muy cuestionados, para destinar esos recursos a incentivar el consumo privado. No es momento de invertir en trenes, refinerías o aeropuertos que, si es que llegan a ser rentables, lo serán en un futuro lejano. Es, en cambio, momento de incentivar fuertemente el consumo.
Aunque México no tiene la capacidad de hacer las políticas fiscales tan agresivas que han anunciado los países desarrollados, sí puede hacer otras similares que no impliquen tantos recursos. A continuación, se presentan algunas ideas para el debate sobre las medidas que el gobierno debe implementar para paliar los efectos de la crisis actual, pero es importante resaltar que estas ideas son sólo eso, ideas. Probablemente de difícil implementación por cuestiones operativas o jurídicas, pero no parecen descabelladas cuando se muestran como cifras agregadas, generales. La intención aquí es simplemente mostrar que el gobierno sí tiene la capacidad de implementar medidas mucho más radicales que las que AMLO anunció el pasado 5 de abril.
1. ¿Entregar efectivo a la gente?
¿Qué tal si el gobierno mexicano decidiera, al igual que Alemania o EUA, dar dinero en efectivo a su población más vulnerable? En ese caso, las personas que pertenecen al sector informal son las que primero se vienen a la mente. Supongamos que el gobierno decide entregar directamente un pago único de 5 mil pesos a cada trabajador informal o independiente, de modo que tengan garantizada la adquisición de insumos básicos durante las semanas más duras de la crisis. Los ciudadanos que quieran ese beneficio tendrían que cumplir estos requisitos: ser adultos no pensionados y no ser trabajadores formales. De esa forma, los ciudadanos que podrían acceder a ese beneficio se conocerían por el simple cruce entre las bases de datos del padrón electoral (de 90 millones de personas), la del padrón del IMSS (de 20.31 millones de trabajadores y 4.5 millones de pensionados) y la del ISSTE (4.1 millones, contando pensionados).
Se tiene que el número de beneficiarios sería, como máximo, de 61.1 millones de personas. Si se les hace un pago único de 5 mil pesos, se gastarían 305 mil millones de pesos, que representan el 1.26% del PIB del año pasado. Dicha cifra no suena descabellada para una economía con niveles de endeudamiento, recaudación y gasto como la mexicana.
2. Amortiguar los costos laborales
Con la legislación actual, los trabajadores formales pueden ser fácilmente “descansados” sin goce de sueldo cuando las ventas de sus empleadores no sean suficientes para requerir tanta fuerza de trabajo. En ese contexto, y dado que cambiar la legislación lleva tiempo, para evitar que dichos trabajadores queden sin ingreso durante la crisis se podría intentar disminuir los costos laborales no salariales para los empleadores. Por ejemplo, se podrían cancelar por un mes las contribuciones al IMSS y a las AFORES, lo que costaría al IMSS alrededor de 336 millones de pesos[5], que, naturalmente, deberían ser subsanados por el gobierno federal. Las AFORES, por otro lado, no necesitarían ningún apoyo gubernamental.
3. Estímulos coordinados entre Estados y Federación
La actuación del gobierno federal debe prevalecer sobre la de los gobiernos estatales, pues lo que ha ocurrido hasta ahora es que cada gobierno local anuncia sus propias iniciativas. El Estado de Jalisco ya decidió entregar hasta dos pagos de cinco mil pesos por mes a los trabajadores informales, mientras que en la CDMX se anunció que el FONDESO prestará hasta 10,000 pesos a micronegocios, y se amplió dicho fondo en 500 millones. En el primer caso, se trata de una medida como la propuesta de líneas arriba, pero a nivel estatal. En el segundo caso, dicha propuesta también podría hacerse a nivel federal.
4. Créditos del Banco de México a la Banca de Desarrollo
Por último, se puede pensar en facilidades para incrementar la liquidez de la banca de desarrollo (Bancomext, Banobras, Nafin y Banco del Bienestar) con crédito directo del Banco de México. Actualmente, la captación de recursos por parte de la Banca de Desarrollo se compone casi en su totalidad en depósitos del público (95%), de modo que los recursos que obtienen por parte del Banco Central son mínimos. El Banco Central estaría haciendo lo que siempre hace (subastas), pero otorgando prioridad a la banca de desarrollo sobre la comercial.
¿De dónde salen los recursos?
Si, por ejemplo, las medidas mencionadas anteriormente se aplican durante dos meses del año en curso, el gobierno ocuparía recursos equivalentes a menos del 3% del PIB del año anterior, lo cual es fácilmente financiable.
El financiamiento de las medidas mencionadas anteriormente podría ser obtenido a través de la emisión de un bono gubernamental en moneda nacional, o modificando la ley del Banco de México para permitir de nuevo préstamos directos del Banco Central al gobierno (como se podía hasta antes de 1994).
Por último, es preciso mencionar que el gobierno debería perder la aversión que tiene a endeudarse, incluso en dólares. Recordemos que se cuenta con una línea de crédito por parte del FMI de unos 60 mil millones de dólares (lo cual alcanza para financiar la primera idea expuesta líneas arriba), por la que el gobierno ha estado pagando una prima desde hace ya varios años. De cualquier forma, la deuda como porcentaje del PIB se va a incrementar debido a la caída del PIB y el incremento en el tipo de cambio. Además, la recaudación tributaria también caerá, lo que implica que el gobierno deberá destinar una mayor porción de su gasto al servicio de la deuda. Si la deuda va a crecer, al menos podría ser para salvar la economía.
Notas:
[1] Pues la depreciación se detuvo sólo hasta que el Congreso estadounidense aprobó su paquete fiscal
[2] Al año 2017, de acuerdo a información de la OCDE
[3] El Europeo, el de Inglaterra, el de Japón y, principalmente, la Fed
[4] John Maynard Keynes, uno de los economistas más influyentes en el pensamiento económico y social del siglo pasado.
[5] Lo cual es el promedio mensual de las aportaciones que recibe el instituto por aportaciones patronales
Referencias:
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